Desde
el punto de vista del comercio internacional en estos momentos
estamos ante diversos sucesos que ocasionan cierta incertidumbre en
los mercados, como son el caso de Ucrania, Rusia, Venezuela y China.
Estamos hablando de países que son parte de los llamados países
emergentes y estamos en un contexto del que las economías avanzadas
no logran salir definitivamente de la crisis, por lo que solemos
escuchar presagios de que algo nuevo puede ocurrir, haciéndonos
preguntar, cómo afectaría esto a los actores principales del
comercio exterior, entendiendo como tales a la UE y EEUU, mientras
que en el lado opuesto, cómo afectaría esto a los emergentes,
entendidos como tales a China, Rusia, Latinoamerica en su conjunto y
principales economías asiáticas sin incluir China.
Para
ponernos en el tema vamos a describir los hechos que han llevado a
que los países emergentes estén siendo hoy observados con suma
atención. Estos países tropezaron de una crisis a otra en las
décadas de 1980 a 1990, pero su suerte empezó a cambiar en los
primeros años del nuevo milenio, ya que invertir en los mercados
emergentes era más rentable. Invertir un dólar en acciones de estos
países a principios de 2003 generaba unos 4,78 dólares a finales de
2010, es decir una rentabilidad del 21,5% al año, mientras que
invertir un dólar en acciones de las principales economías
mundiales generaban 2,02 dólares, es decir un 9% anual en ese mismo
período.
Hubo
una combinación de factores que impulsaron un desarrollo
extraordinariamente favorable que produjeron tasas de crecimiento muy
por encima de su experiencia histórica, pudiendo mencionar entre
ellos al consumo alimentado por la deuda de las economías avanzadas
y el consiguiente aumento de las exportaciones de los mercados
emergentes; la integración de China en el mercado mundial y el súper
ciclo de los productos básicos asociados; la amplia disponibilidad
del financiamiento externo barato; y también la adopción
generalizada de políticas de estabilización macroeconómica. Así
pues, las economías emergentes crecieron a unas tasas promedio del
7,5% anual en el período posterior a la década del 90 y previo a la
crisis financiera mundial, y se cree que ha sido lo que condujo en
parte a dicha crisis, ya que dependían de la creciente demanda de
las economías avanzadas, principalmente de EEUU, ya que en términos
simples China invertía en infraestructura necesaria para apoyar a su
sector exportador beneficiándose ampliamente del consumo alimentado
por la deuda de Occidente. Mientras tanto, el resto de países
emergentes se centraron en las materias primas y productos
semielaborados necesarios para alimentar la vibrante máquina de
exportación China.
A
partir de la crisis financiera de 2009, China para compensar sus
posibles efectos, fomentó el auge del crédito utilizado en gran
parte para financiar la construcción de bienes raíces e
infraestructuras, permitiéndoles crecer un 45% desde finales de 2008
hasta 2013. Un dato curioso, es que el grueso de ese aumento del
crédito fue de financiamiento no bancario, es decir, crédito que
fluía a través de instituciones que no son bancos regulados. Se han
creado instrumentos financieros que le han hecho sombra a los
depósitos tradicionales de los bancos, tratándose de bonos con poca
supervisión y algunos de estos prestatarios ya están empezando a
fallar en pagar por lo que los ahorradores volverán a los bancos.
En
la actualidad, la economía de EEUU sigue luchando por recuperar el
pleno empleo, la economía europea esta en calma debido a las
consecuencias de una grave crisis de la deuda soberana y muchos de
los países emergentes son cada vez más vulnerables, por lo que la
atención macroeconómica mundial se centra más en China. Se hace
incapie en que si su crecimiento es lento y si esto podría llevar a
consecuencias financieras graves e incluso a una nueva crisis. Es por
ello, que de tanto estudiar a China surge la idea por parte de
algunos comentaristas de que China podría tener su momento Lehman, o
peor aún, su momento Grecia o España con sus particularidades
chinas, sonando verdaderamente aterrador.
De
momento, pocos son los economistas que dicen que está muy lejos de
una situación difícil, ya que aunque el gobierno no garantice a las
instituciones no bancarias, lo hará con los grandes bancos, y estos
a su vez, tienen un amplio margen para absorber pérdidas, ya que
son bancos con mayores rentabilidades que los bancos americanos y
europeos al momento de la crisis pasada, haciéndolos más
resistentes y en caso de un problema más grave podrían compartir
emisiones para recaudar más capital si fuera necesario. Además,
China tiene una tasa de ahorro muy alta, asegurándole a los bancos
una base de depósitos para seguir prestando, mientras que también el trabajo crece al
igual que la inversión en equipo y capital. En
conclusión a este respecto, los temores de que el mundo puede hacer
frente a otra "crisis de Lehman" que emana de China,
parecen muy poco probables.
Ahora,
en caso de suceder una crisis de Lehman en China y esta fuera
evitada, seguramente afectaría la tasa de crecimiento del PIB
estimada en un 7,5% como objetivo del gobierno chino. Entonces, ¿Que
pasaría en Europa y EEUU ante una caída del crecimiento del PIB
chino? No mucho, ya que China es una pequeña fracción en la
economía mundial porque aunque se relacione con el resto del mundo a
través del comercio sus importaciones representan el 10% de las
importaciones mundiales. Las exportaciones del resto del mundo a
China fueron de 1,95 billones de dólares y si estás se redujeran un
15% en una muy mala recesión (se redujeron un 11% en la crisis de
2009) el impacto en el resto del mundo representaría una pérdida
aproximada de 300 billones de dólares, un 0,5% del PIB mundial
excluyendo a China.
Esto
podría ser doloroso en Europa y EEUU si no terminan de salir de sus
recesiones, pero con la tendencia positiva de crecimiento no debería
ser un problema grave, es más, podrían verse beneficiados de ello,
ya que el efecto de una profunda recesión China se sentiría ante la
reducción drástica de la demanda de materias primas utilizadas en
la construcción y la inversión de infraestructuras, significando
que los metales básicos, y energía se volverían más baratos, que
a su vez, constituyen las principales importaciones de Europa y EEUU, y sus precios caerían acelerando más su recuperación.
En términos
netos, el efecto total de una desaceleración de China podría ser
pequeña para el crecimiento en los Estados Unidos y Europa , pero
sin duda sería más negativo para los exportadores de materias
primas y de los países que producen bienes manufacturados importados
por China (Latinoamerica, Rusia y resto de países asiáticos).
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